¿Ahora nos enteramos?

Mimunt Hamido Yahia  |  

Al hilo del reportaje de Ángeles Escrivá “Los siete pecados del imam”

Hace años que vivo en Girona. Pertenezco a esa parte de la comunidad musulmana que no cuenta para los políticos: no llevo hiyab, no voy a la mezquita, no vivo en el gueto de Salt y me declaro no creyente, así que a veces, pocas, soy una más, y otras una mora que se parece a ‘nosotros’. Esto no me ha impedido nunca estar al corriente de lo que ocurre en la comunidad musulmana en Girona. Será porque tengo oídos.

Oídos para escuchar lo que tienen que decir compañeros de trabajo que sí van a la mezquita, cosas que a veces dicen en voz baja si son críticas y en voz alta si son alabanzas. Criticar al imam de tu mezquita no es algo que se pueda hacer a la ligera, todo tiene repercusiones. La comunidad es grande, pero los lazos con el tiempo se han fortalecido mucho. ¿Y gracias a quién? A las prédicas de un imam que emplea todos los medios a su alcance y son muchos: Una mezquita a su servicio, negocios estratégicamente situados en el antes pueblo de Salt y ahora gueto musulmán y latino, un control absoluto de todo lo que se dice y hace en su territorio gracias a sus acólitos bien aleccionados. A eso se añade un chorro de subvenciones de no se sabe muy bien qué procedencia y una amistad provechosa con partidos políticos  de izquierda (no, no es sorprendente). Amistad provechosa para ambos: lo apoyan pero no incondicionalmente; el voto es un buen precio que el imam paga con gusto (según oí en las últimas elecciones se nos recomendaba votar a la CUP).

Gracias a esos oídos que yo tengo y al parecer muchos no tienen he podido enterarme en estos años que este imam predicaba por ejemplo que la música es haram (pecado). Que los tatuajes tribales de  las mujeres amazigh de su comunidad son haram y que ellas solo se salvarán por el zakat (diezmo). ¿Y qué pueden hacer esas mujeres tatuadas desde la infancia? El hiyab  pueden ponérselo para ser más puras a sus ojos y a los ojos de Dios, los tatuajes no pueden quitárselos. Tienen que pagar, ¿y cómo hacerlo? No es dinero precisamente lo que sobra en esta comunidad. El imam les da la solución: entregar sus pulseras, anillos o cadenas de oro, joyas que atesoraron durante años para prevenir alguna época de penurias o para que las mantuviesen en su vejez. Un buen negocio. Un negocio abusivo, y así lo han visto muchos musulmanes creyentes y practicantes que han dejado de ir a la mezquita escandalizados y avergonzados de que su fe, sus creencias, estuviesen tomando esos derroteros.

Por supuesto, mezclarse con los cristianos es contaminarse de una cultura aborrecible por impía, la comunidad sobrevive por si misma gracias a esa cadena de favores establecida en su propio beneficio. ¿Eres de los fieles? Trabajar será más fácil para ti. Te buscaremos un buen puesto.

No llevar hiyab nos hace a las mujeres impuras,  la sumisión de la mujer es palabra de Dios…  una retahíla de barbaridades, que entran en conflicto con lo que se supone que es una sociedad igualitaria y respetuosa de los derechos humanos.

En Girona si quieres aprender árabe tienes dos opciones. O pagas 90€ al mes por una clase de una hora a la semana o vas a la mezquita. ¿Dónde mandan las familias musulmanas a sus hijos? A la mezquita, por supuesto, mezquita controlada por este imam. Deducir de esto que las nuevas generaciones de musulmanes en Girona tendrán problemas ¿es tan complicado?

También tengo ojos. Ojos para ver que desde hace unos años el paisaje de Girona ha ido cambiando; hace pocos años era imposible ver un niqab en Girona, ahora no es que sea mayoritario pero se ven más allí que en el centro de Nador, y eso da que pensar. Se ven más hiyabs, y no en mujeres de cierta edad de las que se podría suponer – y solo suponer – que ya lo traían puesto cuando llegaron buscando una vida mejor para sus hijos. Se ven sobre todo en chicas jóvenes, muy jóvenes, a veces disfrazadas de modernidad  y con un punto rebelde (pantalones pitillos y iphone 10 en la mano) y otras de gris y recatadas como manda el imam, pero todas con el pelo  y cuerpo cubiertos.

Llevo años diciendo, comentando, que me parecía imposible que un imam como este dirigiese un colectivo tan grande como la comunidad musulmana en Girona. Años preguntándome porqué nadie decía nada, ni un artículo en los medios, ni una crítica por parte de los partidos políticos a los que les corresponde velar por los derechos de sus ciudadanos. Como si la comunidad musulmana viviera al margen de esta ciudad. Excepto cuando hay que ir a las urnas, claro.

Por fin se ha escrito un artículo donde con datos policiales se corrobora todo lo que mis oídos y mis ojos han percibido desde hace años. La pregunta que me hago es por qué no se ha visto antes. ¿Por qué no se ha investigado todo esto por parte de los medios de comunicación sin esperar a tener datos policiales? Bien está lo que bien acaba, eso dicen, pero desgraciadamente esto aún no se ha acabado. Quizás, si seguimos sin ver ni oír, el imam siga teniendo la última palabra.