Cuando Inés Arrimadas habla de “modernidad” al hablar de gestación subrogada, la pena y tristeza inicial dejan paso al enfado, al cabreo, ¡a la inmisericordia!

¿En qué o quién piensa Arrimadas cuando nos habla de “modernidad”? ¿En el deseo primigenio de los hombres por saber que su hijo es suyo?, ¿que le pertenece?, ¿que tiene sus genes y por tanto será su digno heredero?

¿O piensa en ciertas mujeres? En particular en esas mujeres que tienen los santos bemoles de decirnos que se van a Ucrania con sus parejas a inseminar a una señora con semen de su pareja para que ellos puedan disfrutar de una maternidad imposible. ¡Maternidad! ¿Maternidad? ¿Saben ellas, esas compradoras de bebés, cómplices del patriarcado, lo que están diciendo? ¿Saben lo que están haciendo? Lo explicaré como a las niñas nos explicaban una regla de tres en el colegio:.

Desde tiempos inmemoriales, nosotras las mujeres hemos sido recipientes, sí, recipientes. Personas que se dedicaban a parir y criar los hijos e hijas de los hombres.

En todas las religiones, ¡en todas! Hemos ejercido ese papel de “Creced y multiplicaos”, y nosotras, siempre biempensantes, anteponíamos esta misión incluso a nuestras vidas y nos multiplicábamos. Lo hacíamos por el bien común. También por satisfacer ese deseo de acariciar, abrazar y proteger a un ser al que dábamos vida. Porque era nuestra obligación, habíamos sido creadas solo para eso, y para darle a ellos la prueba de su permanencia en el mundo, su heredero, su vida después de su muerte… (A las chicas ya las casábamos pronto para que la rueda no parase de girar nunca).

La modernidad sigue siendo esto, al menos para Arrimadas y para esas mujeres que se van de compras a Ucrania. Porque las mujeres siguen sin plantearse que hay una vida que no tiene que pasar obligatoriamente por parir, que si no se puede, o no se quiere, hay que pensar en construirse una vida y no destruir otra.

Viajemos un momento al pasado reciente: ¿Qué pasaba con las mujeres que no podían reproducirse? Os lo diré. Esas mujeres, las que no valían para la causa, vivían condenadas al ostracismo, a vivir de la limosna de sus familiares (las tietas, ¿quién no se acuerda de ellas?). En el mundo musulmán eran y son aún repudiadas, devueltas a la casa de sus padres donde soportaban y soportan la “vergüenza” de no ser aptas para ese servicio a la comunidad.

Esas mujeres dejaban de ser útiles, no prestaban, no prestan un servicio a la comunidad, y eso en un patriarcado tan fuerte como este es imperdonable.

En Marruecos era y es habitual que una hermana te regale a su hijo porque así tu marido no te repudiará, no se divorciará de ti. ¿Sabéis cuál es el coste emocional para alguien que ha parido a su hijo regalarlo? ¿Aunque sea a una hermana? No es altruismo, es necesidad. ¿Sabéis los problemas que ese niño tendrá cuando crezca rodeado de primos que sabe sus hermanos, pensando (equivocadamente) que su madre lo regaló porque no lo quería? ¿Sabéis de la pena de una madre obligada por la familia, bajo presión sentimental, a entregar a su hijo?

Pero nos hablan de modernidad, de avance, de civilización. ¿Cuál? ¿Esa modernidad que nos legitima a unos cuantos para explotar a otras? ¿Esa que nos ayuda a satisfacer nuestros deseos? Esa que piensa que “somos privilegiados, europeos, occidentales, somos modernos, tenemos derecho a explotar la miseria de mujeres que no encuentran otra salida, les estamos haciendo un favor, gracias a nosotros podrán alquilar una vivienda digna”.

Se me viene a la cabeza la frase “Ni un paso atrás”, pero es que no lo damos nosotras, es que según cambia el aire, según haya un gobierno u otro, nosotras vemos como lo adquirido con tanto esfuerzo y trabajos nos es arrebatado. Eso no podemos consentirlo.

Se me viene a la cabeza una pregunta: ¿Es la gestación subrogada el nuevo colonialismo?

Estamos en el punto donde no deberíamos dudar, ni siquiera contemplar que una mujer sea de nuevo tratada como un recipiente, ninguna, en ninguna parte del mundo. La frase “Ni un paso atrás” debe ser ahora el leitmotiv de cualquier mujer digna, de cualquier mujer feminista, de cualquier persona con una mínima ética. Sí, ética, no hablo de moral, la moral la dejo para quienes creen que la nuestra reside en nuestro útero.

Mimunt Hamido Yahia

3 comentarios sobre “La moral del útero

  1. Encuentro desnaturalizado insistir en un hijo de la propia sangre cuando se puede adoptar. La Mujer estéril nunca experimentará el embarazo y el parto. Solamente en el nombre del hombre aceptará a ese hijo que proviene del esperma de su marido. Si no hubo embarazo, lactancia, esa intimidad con el racién nacido que sale de tu cuerpo, que huele a tu sangre… qué diferencia hay con adoptar? Esas mujeres se inclinan al patriarcado. En lugar de expandir su compasión a éstas y esos Nino’s y niñas que ya EXISTEN. El colmo del egocentrismo. El cómo de la reverencia al varòn.

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  2. Es muy común posicionarse en contra o a favor de algo en torno a nuestras preferencias éticas o personales. Yo, cada día estoy más cerca del liberalismo social por el simple motivo de que no se puede detener con leyes algo que la conciencia dice de hacer. En mi caso veo deplorable tener un hijo por vientre de alquiler, yo nunca lo haría como tampoco tendría un hijo por inseminación artificial de un desconocido. ¿Pero quien soy yo para prohibirlo? En todo caso que le rinda cuentas el hijo cuando sea mayor de edad, no un tercero que no se vera afectado por ello.

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  3. «Si no hubo embarazo, lactancia, esa intimidad con el racién nacido que sale de tu cuerpo, que huele a tu sangre… qué diferencia hay con adoptar?». Por esa regla de tres, el padre sobra.

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